Juegos de Adultos

En otro tiempo, otra época, en otra empresa y durante todo un año, decidimos jugar con el vino, con vuestro permiso y con la diversión como Leitmotiv. 100 eventos a lo largo de 16 ciudades por los que pasaron alrededor de 2.000 personas de todas las edades (mayoría de edad cumplida), condiciones socioeconómicas y más que diversas procedencias. Su relación con el mundo del vino muy diversa, desde la atrevida ignorancia a profesionales de cierta reputación.

El argumento del juego era sencillo: un tema, no más de veinte personas por grupo, unos vinos adecuadamente seleccionados y algún elemento sorpresa que distorsione o condicione el juicio inicial y los prejuicios con los que acuden los participantes.

¿Nuestro objetivo? Determinar qué factores tienen más relevancia en el juicio que emite un consumidor sobre un vino en concreto.

Así, discriminamos los siguientes factores con los que someterte al análisis:

  • Precio: suelen rechazarse tanto los vinos demasiado baratos (por debajo de 4 euros) como los vinos caros a partir de 15 euros por pensar que un vino no vale ese precio o que no se van a saber apreciar.
  • Denominación de origen: el campo no entiende de burocracia. Aun así­, hay DOs más populares que otras y condicionantes positivos y negativos.
  • Factores ambientales: la temperatura de sala, la comodidad del mobiliario, la iluminación, música ambiente, la temperatura exterior.
  • Variedad de uva: que se desarrolla con características particulares dependiendo de las condiciones de la (terreno, clima…
  • Menaje: no es lo mismo beber en un vaso de plástico, en copas ciegas (negras que no dejan ver su contenido), en un tipo de cristal u otro, etc.
  • Tipologí­a de vino: que ocurre cuando tomas vino rosado pensando que es un blanco, o cuando pruebas un semiseco sin saberlo. Como afecta la crianza o envejecimiento, es decir, el que pienses que pasó por barrica o no. ¿Influye de igual manera en blancos y rosados que en tintos?
  • Maridajes: cómo influye el tipo de alimento a maridar, el momento de consumo (antes o después), la cantidad y la calidad de este en tu percepción del vino.
  • Compañí­a: cómo afecta la presencia de expertos a tu lado, o de neófitos, o de personas de tu confianza con las que te diviertes.
  • Tiempo: cómo influye la duración del evento o el tiempo que tardas en consumir el producto, como afecta la espera a que te lo sirvan, a que te lo cobren. ¿Y el orden en que los catas?
  • Cantidad: ¿cómo afecta la cantidad de vino servido en la copa, el número de vinos que tomas y la cantidad de alcohol que acabas consumiendo?
  • Momento u ocasión: cómo afecta la hora del dí­a, el dí­a de la semana, el momento del mes (fin de semana frente a diario, ocasiones especiales, situación personal (boda, viaje, etc)).

Como puedes ver son muchos los factores y sus combinaciones casi infinitas. Sin embargo, a pesar de la simplificación que conlleva sacar conclusiones de un tema complejo, el resultado al que llegamos es sorprendente:

1) No todo el mundo sabe de vinos, pero todo el mundo sabe que vino le gusta y cuáles no. 

Resultó que, independientemente de la experiencia previa, todos los asistentes disponí­an de gusto y olfato, además de la vista; esto, que parece de Perogrullo, no parecen tenerlo claro los principiantes que piensan que no van a ser capaces de identificar las caracterí­sticas de un vino por no haberlo hecho nunca.

 

2) El conocimiento no siempre ayuda.

Saber de vinos implica tener patrones memorizados, dar por hecho algunos dogmas, guiarte por la cabeza e infravalorar la información que te aportan los sentidos dando prioridad a lo que parece que son las cosas. Esto hace que tus prejuicios sobre cualquiera de los aspectos anteriormente citados te hagan vulnerable. Por ello, aquellas personas que no sabí­an de vinos y tení­an poca experiencia con ellos, solí­an ganar con mayor frecuencia que los que tení­an más conocimientos.

 

3) Tu opinión sobre un vino, no depende del vino.

Según nuestra experiencia, el concepto que tienes de un vino depende de factores sociológicos o psicológicos, al menos en condiciones comparables. Dicho de otro modo, el mismo vino te puede saber a gloria o a diablos en función de la compañí­a, la ocasión y los factores ambientales que lo rodean. Estos tres factores son, muy por encima de cualquier otro, los que te crean una buena o mala opinión sobre el producto. Por tanto, la experiencia en torno al vino cuenta tanto o más que el propio producto.

 

4) Si quieres que te tomen en serio, tómatelo con humor.

El vino ha sido tradicionalmente un producto con demasiada parafernalia. Hay quien confunde tratar con respeto con el esnobismo. El vocabulario que usábamos se adaptaba a cada tipologí­a de consumidor y para captar la atención del cliente experimentamos con juegos que aplican un concepto que te pueda acercar un poquito más al vino. Ya sabes lo que dicen: “Quienes se toman una broma como tal y la seriedad seriamente es que no han entendido ninguna de las dos cosas”.

 

5) El vino no sabe dónde nació, y seguramente, tu tampoco.

Seguimos hablando del vino, eh! Doy por hecho que sabes dónde naciste. Un viñedo situado en el corazón de Ribera del Duero puede ser más Rioja que cualquier vecino suyo con D.O. Ribera. Me explico: el vino no entiende de burocracia. Entiende de clima, de suelo, de variedades de uva, de modos de elaboración, de tiempos de crianza, etc. Y estos factores, pueden ser sorprendentemente similares en zonas que poco tienen que ver con derechos de plantación, consejos reguladores o cercaní­a geográfica. Por tanto, dentro de una circunscripción (geográfica o burocrática), puede haber vinos tan dispares que la homogeneidad solo está en tu cabeza, que sigues pensando que los “Rioja o Ribera” de turno “son los mejores”, dicho generalmente. Así­ pues, saber la procedencia de un vino más que complicado sin conocerlo a priori, es intrascendente desde el punto de vista del consumidor medio, si no se deja llevar por los prejuicios.

 

6) El vino ya no es un fin, tan solo el complemento perfecto a tus aficiones.

Los años en los que nuestros ancestros iban a tomar un vino pasaron. Ahora, el vino se toma mientras cocinas, viendo un espectáculo deportivo, en restaurantes, buscas pareja, asistes a un concierto o lees un libro junto a la chimenea. Dicho de otro modo, el vino es el complemento perfecto a tus aficiones.

Por ello, durante años, decidimos “maridar” el vino con talleres de cocina, exposiciones fotográficas, conciertos de música, presentaciones de libros, el mundo de los negocios, las redes sociales, el teatro y los monólogos, los deportes, la comida, el cine y un larguí­simo etc. En este ambiente, el cual elegiste por cualquiera de estos motivos, el vino te creo un recuerdo inolvidable!

 

7) El mejor vino es el que a ti te gusta y puedes permitirte pagar.

Tu y yo, amigo bodeguero, sabemos que el vino no tiene precio, pero si sabemos lo que vale. Y lo que vale, en líneas generales poco tiene que ver con el vino. No entraremos en este tema que daría para otro asalto pero si opinamos que los premios, el packaging, los costes logí­sticos, de intermediación o la inversión publicitaria (por citar algunos ejemplos) incrementan el coste, pero no el valor del contenido. Si lo que tú valoras es esto último, guíate por tu propio criterio.

 

8) La traición de tus sentidos.

Se puede tapar un vino (a ciegas), cambiar de recipiente, cambiar conscientemente su color sin afectar al sabor (todo esto para la vista), modificar su sabor sin cambiar su color, modificar su temperatura (para el gusto) o incluso su textura para afectar al tacto. Se puede crear un ambiente agradable al oí­do o meter un topo en el grupo que dice saber mucho o engañarte en el precio, para afectar al sentido común. Hay muchos más modos de poner en evidencia tus sentidos y los prejuicios de tu cerebro y aunque esté feo decirlo, nos hemos divertido mucho junto a vosotros descubriéndonos.

Si lugar a dudas, el sentido más traicionero es la vista. La mayorí­a de los prejuicios parte de información que proviene de este sentido por lo que le damos la medalla de oro en este sentido.

En segundo lugar, y en contra de lo que piensas, la traición viene de la mano del tacto. La textura, y la percepción de la temperatura modifica en gran medida tu percepción del vino.

Y en tercer lugar se encuentra el gusto, el cual en condiciones normales predomina sobre los dos anteriores pero forzando situaciones comunes en el mercado (infra o sobretemperatura de servicio) cambia totalmente tu percepción del producto.

9) Ah, ¡sorpresa!.

A mi juicio, el “sentido” que más influencia tiene en esto, como en casi todo, es el sentido común. Los prejuicios te condicionan los anteriores sentidos hasta límites insospechados. Recuerda esto: la compañí­a, la ocasión y los factores ambientales son, muy por encima de cualquier otro, los que te crean una buena o mala opinión. Por tanto, la experiencia en torno al vino cuenta tanto o más que el propio producto. Ahora todo el mundo lo tiene claro, hace 15 años, solo algunos hacíamos locuras maravillosas como reunir clientes en torno a un Coach Empresarial con Lego Serious Play  y maridarlo con vino, por ejemplo. 

Un secreto para terminar, si coges las 9 conclusiones y cambias la palabra vino por aquello que vendes o haces, verás como aplica en gran medida. A mi me lo enseñó el vino, a ti quizás aquello que hagas. ¡O quizás no! 

Salud!

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