Dicen que el tiempo pone en su justa medida cada cosa. Pero, ¿qué ocurre cuando no se le deja actuar?
En este mundo las prisas por conseguir hitos en las empresas mandan. Palabras como tracción, levantar capital o rondas de inversión van inexorablemente unidas al tiempo de vida de una empresa y el contexto de una startup empuja, si bien cada vez menos, hacia ciclos de negocio cortos.
Cientos de artículos, tutoriales, eventos y libros adoctrinan sobre lo que parece ser el único modo de conseguir que tu proyecto empresarial acabe siendo el unicornio del momento o simplemente “una empresa de éxito”. A mi entender, hay factores que no se pueden forzar ni acelerar y por mucha gasolina que eches al fuego hay factores que no pueden ser sustituidos ni forzados con dinero: la madurez de un producto o servicio, la cohesión de un equipo, conocer a personas o empresas de las que aprender o simplemente la perspectiva que te aporta un distanciamiento temporal de la cosas.
Si tomamos los negocios en serio y honestamente, no como vacas a las que engordar rápidamente forzando su alimentación para una vez conseguido el peso deseado venderle la misma a otro incauto, deberíamos empezar a valorar la madurez (de las personas, de las empresas).
Es cierto que cambia mucho el cuento cuando el dinero lo pones tú que cuando la fiesta la paga otro, y con pólvora ajena errar el tiro no tiene la trascendencia que debería. No es menos cierto que hay sectores que marcan pautas temporales que requieren tomar ventaja sobre los que vienen detrás pero incluso en sectores como el tecnológico, virar un planteamiento inicial puede ayudarte a encontrar tu camino. A veces, incluso es cuestión de paciencia y basta con insistir en esa idea que requiere de una madurez de tu contexto que puede que tarde en llegar. Y es que a los sitios se suele llegar pronto o demasiado tarde, rara vez en el momento adecuado.
No es fácil disfrutar del camino, menos aún cuando el látigo azota plazos difíciles de cumplir. Por ello, y si os sirve de ayuda mi humilde opinión, cuiden mucho el cuando en sus vidas pues dedicando el tiempo preciso, se acaba encontrando el quién, el cómo y con paciencia y trabajo acabar consiguiendo cuanto buscamos. De no ser así, al menos, podremos poner en contexto el concepto de éxito o fracaso más allá de aspectos puramente económicos.
Vivir deprisa, también en la empresa, incrementa probabilidades de morir joven y como no, dejar un bonito cadaver.